(02 de junio del 2025. El Venezolano).- Hace 63 años, en la ciudad de Puerto Cabello, se produjo un alzamiento militar contra el gobierno de Rómulo Betancourt. La sublevación de la Base Naval Agustín Armario, conocida como El Porteñazo, comenzó la madrugada del 2 de junio de 1962 con el bombardeo de aviones Canberra sobre puntos militares estratégicos.
El Capitán de Corbeta Víctor Hugo Morales, jefe de la Base Naval de Puerto Cabello y líder de la rebelión, describió años después la frustración que motivó el levantamiento: la decepción de quienes habían luchado contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y esperaban un cambio real con la llegada de Betancourt al poder.
Al enterarse de la insurrección, Betancourt ordenó el bombardeo de la Infantería de Marina con los destructores ARV Almirante Clemente, ARV General Morán y ARV Zulia, que permanecían leales al gobierno constitucional. Mientras tanto, los militares rebeldes tomaron el Fortín Solano y liberaron a los guerrilleros detenidos en el Castillo Libertador, sumando fuerzas insurgentes con experiencia en combate urbano y rural.
El enfrentamiento se extendió hasta el domingo 3 de junio, con combates entre los rebeldes y las tropas gubernamentales enviadas desde Valencia y Maracay. La Radio Puerto Cabello fue un objetivo clave, pues transmitía constantes llamamientos a la insurrección del pueblo y las Fuerzas Armadas.
El Porteñazo se convirtió en el episodio más sangriento de la lucha por el poder en Venezuela desde los tiempos de la independencia y la guerra federal. Cuentan que Betancourt, al conocer la gravedad de la insurrección, reaccionó con furia, ordenando penas máximas para los involucrados.
Este episodio de la historia venezolana nos invita a reflexionar sobre los peligros de mantener en el país un régimen sin libertades democráticas, disfrazado de una precaria institucionalidad, pero sostenido por una élite militar que respalda cualquier acción para conservar el poder.
Hoy, bajo estas condiciones, Venezuela enfrenta un futuro incierto, donde la soberanía popular sigue siendo amenazada por estructuras de poder que pretenden perpetuarse sin atender las exigencias de cambio.